Napoleón III y su mujer Eugenia de Montijo construyeron el actual castillo sobre la antigua torre de defensa de Arteaga. Su arquitectura y todas sus dependencias, cuidadas en cada detalle, nos transportan a la Francia de finales del siglo XVIII con todos los lujos de hoy en día disponibles, conservándose la fachada y la distribución prácticamente como eran entonces. El resultado: una residencia, si cabe, más imperial que la que legaron los propios emperadores.